La naturaleza social del ser humano es innegable. De todos es sabido que el ser humano es un animal sociable por naturaleza, nacemos y nos criamos dentro de un núcleo social que nos da la protección y seguridad que requiere como animal y cuando estamos ya preparados para emprender nuestro propio camino, nos arrimamos al núcleo social en el que mejor nos encontramos e incluso, en la mayoría de casos, iniciamos nuestro propio núcleo familiar formando otro ente social, creando lazos más complejos y profundos, formando relaciones familiares, amistades y comunidades que nos reafirman ese apoyo y seguridad en la que nos sentimos más o menos cómodos.
Sin embargo, en nuestra sociedad y más aún en la época histórica que vivimos, se da la soledad como una experiencia humana universal que puede variar en su intensidad y duración, dependiendo de las circunstancias y de la personalidad de cada ser humano. La soledad puede surgir por razones muy dispares, como la falta de conexiones sociales por nuestra forma de ser excesivamente introvertida o independiente e incluso exigencias de la propia sociedad que nos desplaza a una soledad involuntaria; en otras ocasiones menos comunes como búsqueda de introspección por decisión propia en el camino del conocimiento de nosotros mismos o decisión personal de vivir en solitario envolviéndonos en una soledad totalmente voluntaria; y en la mayoría de casos, produciéndose en circunstancias temporales que en ocasiones se convierten en permanentes de forma también involuntaria, como cambios bruscos en la vida que rompen ese lazo social que nos daba la seguridad y protección requerida.
La soledad causada por esta última circunstancia de la vida puede despertar una variedad de emociones y sentimientos, prevaleciendo la tristeza, la incertidumbre, la vulnerabilidad, la ansiedad y la nostalgia, aunque en el caso de ser un cambio brusco provocado por el fallecimiento del ser querido que nos sirve de apoyo y seguridad, prioriza el dolor y la angustia de esa soledad que genera una profunda sensación de vacío emocional. La sensación de estar desconectado de la persona que solía dar esa protección social puede generar un anhelo profundo de la estabilidad y la compañía que ofrecía, generando un anclaje difícil de superar si no se lleva a cabo una clara reflexión sobre la situación actual y el futuro, que resulte en un proceso interno de adaptación y aceptación de la nueva realidad.
En momentos como estos, es importante buscar el respaldo de otros seres queridos, hijos, amigos o profesionales de la salud mental para ayudar a sobrellevar la pérdida y navegar por el proceso de duelo, por el que es innegable pasar para poderlo superar, siendo muy fácil decir y en la mayoría de casos muy difícil de aplicar porque la duración de éste depende muy mucho de la forma de ser de cada uno. Y es precisamente ese respaldo recibido de las seres más próximos que te aprecian el único atisbo de belleza que se pueda apreciar en esta situación tan dolorosa.
Y aún con todo lo que se pueda sufrir y aunque la soledad puede presentarse en distintas etapas de la vida, nuestra inclinación hacia la interacción social como ser humano sigue siendo una parte fundamental de nuestra existencia, la cual vuelve a ayudar a seguir viviendo.
“La soledad no significa estar solo, sino más bien estar vacío.» – Elbert Hubbard
“El hombre es una multitud solitaria de gente, que busca la presencia física de los demás para imaginarse que todos estamos juntos.” – Carmen Martín Gaite
♫ 🌹Cancion De Consuelo Para Alguien Que Perdio A Un Ser Querido🌹 (El Amor nunca termina – Alvaro Rod)
Esta canción tiene una frase que refleja cuando el amor nunca termina hacia un ser querido porque siempre permanece en nuestros recuerdos.
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