Ya en Bello amparo al menor se deja claro que cuando nacemos se rompe el cordón de protección que nos mantiene alejado del entorno que nos condicionará el resto de nuestra vida y como tal nadie nacemos siguiendo una determinada cultura, un determinado idioma ni una determinada religión, sino que es el entorno el que nos condiciona y nuestra mente la que lo acepta o rechaza.
Y es precisamente la mente la que condiciona la percepción del entorno, la interpretación del mismo, la que juzga el bien o el mal que nos rodea, la que reflexiona sobre lo que hacemos o dejamos de hacer, la que nos permite recordar lo vivido e imaginar lo no vivido, y por tanto atrapados por la mente dejamos de estar libremente en contacto con la verdadera realidad, siendo siempre una realidad condicionada por la mente, nunca observada sin los filtros de estas siete capacidades de la mente (percibir, interpretar, juzgar, reflexionar, recordar e imaginar).
De esta forma, lo que pensamos determina aquello en lo que creemos y una creencia muy profunda en nuestra mente, influenciada por nuestro entorno, fomenta la existencia de una serie de pensamientos que reafirman esa creencia. Por ello, lo que creemos influye en lo que pensamos.
De hecho, un entorno religioso, mayoritario en la sociedad, nos educa en una creencia teísta y una conversación al ateísmo supone un vaciado de las ideas preconcebidas con una espiritualidad más allá del lenguaje y los conceptos de la fé, una espiritualidad que nada tiene que ver con las creencias o no creencias que vienen de fuera hacia nuestra mente, sino con las experiencias que enriquecen desde dentro cuestionando cualquier pensamiento.
De igual forma, todo lo que podamos percibir en el espejo de la realidad y que lo podamos etiquetar con palabras, siempre dirá mucho más acerca de nuestra creencia y del prisma que filtra nuestra mente que de la propia realidad externa que estamos etiquetando. Y para ello, tan sólo necesitamos observar la belleza de lo observado tal y como nos lo muestra la naturaleza, enriqueciendo nuestra experiencia de vida en lo vivido en ese instante.
«Si cambias la forma en que miras las cosas, las cosas que miras, cambian” – Wayne Dyer
♫ David Lanz – Leaves On The Seine . Una composición instrumentar nos transporta a esa espiritualidad sin creencias ni filtros mentales para extraer toda su belleza en nuestra experiencia interior. ♫
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1 comentario en «La belleza sin el prisma de la mente»